Ante la pasmosa avalancha de selfies que proliferan en las redes sociales, el género del retrato tomado en un estudio fotográfico parece perder importancia. Sin embargo, la representación que una persona elige merece ser atendida y esmerada.
Su importancia en la parte receptora es clave en la selección de una candidatura para el departamento recursos humanos por poner un ejemplo de la vida cotidiana.
Dirección de modelos
Durante mi formación fotográfica se recalcó la importancia de situarse ante el objetivo para sentir en primera persona lo que implicaba y saber dirigir las poses. Obviamente, y con amplio abanico de excusas imaginarias, en lo que a mi se refiere, confieso que lo evitaba siempre. Me sentía más cómoda en la retaguardia de mi cámara trazando la estrategia de la próxima fotografía que iba a disparar. La desenvoltura y naturalidad del resto del alumnado me maravillaba. Apunté como posible arsenal los “(planos) robados” y ver si el sujeto “se defiende ante la cámara”.
Retar la cámara
A principios de 2017 no me quedó otra que posar ante la cámara de un compañero fotógrafo para añadirle una foto a mi currículum. Él contaba con un equipo de estudio muy completo y tenía una amplia experiencia en sesiones muy dispares (bodas, embarazos, retratos de estudio, etc.) Esa sesión fue difícil para ambos, mi sonrisa brillaba por su ausencia y a pesar de su paciente dirección, mi posado no era de lo más espontáneo. Al final, mi compañero consiguió sus tomas que generosamente me regaló (https://www.instagram.com/juanvidominguez/).
Mi propia experiencia en la práctica
Entre 2018 y 2019, pude practicar el retrato en estudio con personas que no eran modelos profesionales. Experimenté de primera mano que la disposición anímica y el carácter del sujeto tiene una incidencia en la pose y la toma final. Ese reto me empujó fuera de mi zona de confort.
Actualización de mi perfil
En 2021 contacté con otra compañera fotógrafa para reemplazar la imagen de mi perfil en las redes sociales ya con un empleo estable. Una amiga común le dijo que se juntara para tomar un café (llevaba tres años sin verla en persona). Allí concertamos una sesión fotográfica. Vino a mi casa con su estudio portátil básico y me dijo estaba muy agradecida de volver a practicar fotografía. “Y yo encantada de posar para ella”. Antes de empezar, mi tarea consistía en buscar ejemplos de retratos en cualquier imagen que me gustara y con la que me sintiera identificada. El resultado final de nuestra sesión fue muy satisfactorio para ambas; no solo por las fotografías sino por la tarde que pasamos juntas (https://alejandraraga.com).